“A ras de suelo”: Gorka Zarranz Fanlo
Clareaba la aurora las calvas calizas de los conglomerados de aluviales y acariciaba la luz al guardián Pisón, señorial gigante durmiente, mientras los caminantes tomaban la ruta del este, por la senda viciada donde cientos de pisadas añejas condenaron a la vegetación a retirarse bordeando una estrecha franja terrosa y agrietada que se perdía ladera arriba, entre los bojedales. A lo lejos, peña Gratal, donde el amanecer fosforescente parecía haber prendido una indiscreta hoguera anaranjada a semejanza de aquellas otras que hace casi ochenta años encendían los republicanos huidos durante los primeros meses de guerra para indicar a las gentes de los pueblos vencidos de la sierra que “la llama de la esperanza era más poderosa que el rugido de las pistolas sanguinarias que dejaban un rastro de cadáveres jóvenes y viejos, maniatados, en campos, barrancos y cunetas“. Así, al menos, lo había relatado Mariano Constante en aquella charla extraordinaria que fue a dar en la Escueleta Vieja del Barrio —hará diecinueve o veinte años— y en la que el grupo que subía hace una semana, con el frescor del alba, por el angosto sendero, supo, por primera vez, por boca del viejo orador exiliado, de la existencia de Ambrosio Pargada.
Nació Ambrosio en el singularísimo pueblo de Riglos —donde reinan los mallos— allá por 1909, apegado, desde niño, a una sierra que amaba y conocía como una prolongación de su propia casa. Solitario y poco dado a palabrerías, se dedicaba a cultivar las buenas hectáreas de tierra de la familia, a cuidar del ganado y a la caza, afición ésta que le costaría la pérdida del brazo derecho al explotar la escopeta que manejaba. Fue, desde entonces, el Manco de Riglos. Y así pasaría a la historia de la guerrilla.
De conocidas convicciones libertarias, colaboró, como la mayoría de los anarquistas de Huesca, en la Sublevación de Jaca de 1930. Cuando estalló la Guerra (In)civil, hizo creer a todos que había marchado a luchar con el ejército republicano mientras se ocultaba en la sierra y se dedicaba a guiar a fugitivos hasta las zonas que no habían conquistado los sublevados. Pero siempre regresaba, a escondidas, a Riglos, a su casa, burlando las patrullas falangistas y, en ocasiones, hasta enfrentándose a ellas con un arrojo que sus conocidos tildaban de locura.
Al alargarse la guerra se enroló en la Columna Roja y Negra y, finalizada la contienda, regresó a su pueblo. Fiel a sí mismo, siguió ayudando a quienes se adentraban en la sierra para, montaña a través, llegar a Francia. Pero fue detenido en 1944 y encerrado en la prisión de la vecina localidad de Ayerbe donde, conocedor de que iba a ser fusilado, protagonizó una increíble fuga rompiendo el enrejado de la ventana de su celda y ganando, de un salto, la calle. Marchó a la Sierra de Guara, su conocido y seguro refugio, y, aun manteniendo su independencia y soledad, colaboró con los Grupos de Acción Anarquista. Finalmente decidió pasar a Francia sufriendo, durante la durísima marcha, una caída por un barranco y fracturándose una pierna. Del respeto que se tenía, dentro del maquis, por el Manco de Riglos es suficiente prueba que, imposibilitado para seguir el viaje por su propio pie, fuera transportado hasta el vecino país en una camilla por seis guerrilleros que representaban a cada uno de los grupos con quienes había cooperado Ambrosio Pargada desde 1936.
En Francia, el Manco de Riglos fue atendido de sus heridas en la Colonia de Aymare[*], colectividad fundada por anarquistas españoles cerca de Le Vigan; allí residió hasta mediados de los años sesenta.
Ambrosio Pargada, el Manco de Riglos, falleció en el hospital psiquiátrico de Leynes (Francia) en junio de 1974.
Seis horas de marcha ininterrumpida, con el Sol otoñal refulgiendo en los claros, los rostros aguados y los pies, cada vez más grávidos, arrastrando todas las piedras de la pendiente. Deteníase el grupo de excursionistas en el carrascal, cerca del destartalado puente próximo a la carretera. En el obsoleto poste de luz, ligeramente inclinado, un viejo ejemplar oscuro de águila ratonera manteníase erguido, indolente, aparentemente ajeno a los intrusos que, sentados a la sombra de una encina, lo contemplaban mientras engullían, con indisimulada avidez, los bocadillos.
[*] La Colonia Aymare de Ancianos y Mutilados de la Revolución Española fue una propiedad formada por 120 hectáreas de terreno y un castillo en ruinas situada cerca de la población de Le Vigan (Francia), comprada en 1939 por la Sociedad Internacional Antifascista y el Movimiento Libertario Español para atender a refugiados españoles ancianos, mutilados de guerra y enfermos de todas las edades.
Con la ocupación alemana y el establecimiento del Gobierno de Vichy, en cuya área de influencia se encontraba Aymare, funcionó, también, como refugio para perseguidos de cualquier nacionalidad y, en 1948, pasó a ser una Colectividad Agrícola Anarquista basada en el autoabastecimiento y la autosuficiencia.
En 1967, tras veintiocho años de existencia, la Colectividad de Anarquistas Españoles de Aymare fue, finalmente, desmantelada y vendida. Sus actuales propietarios rehicieron el antiguo castillo que daba nombre a la propiedad y lo convirtieron en un resort de lujo.
No conocía a Ambrosio, el Manco de Riglos, pero pese a ser manco bastante guerra les dio a falangistas y nacionales, me lo imagino saltando de la cárcel de Ayerbe, que por cierto creo que es esta y haciéndoles burla a su carceleros.
Ignoraba que el Palacio de los Urriés hubiera sido cárcel; es un lugar imponente que se ha dedicado a diferentes usos, desde una oficina bancaria a Escuela de Música.
En el pueblo de Riglos he estado y vaya moles impresionantes los mallos, tan impresionantes como ese manco guerrillero, un personaje para no olvidarse de él, me parece q alguna vez comentaste sobre él pero no recuerdo si fue aquí o en el foro… Tampoco había oído hablar de la Colonia Aymare q tuvo q ser como el país Utopía hecho realidad, y tantos años funcionando… Paradójico que sea en la actualidad un lugar donde sólo pueden ir los que les sobra el dinero…
Riglos, visto desde la carretera, bajo los mallos, parece tan irreal como el propio Ambrosio o la misma Colonia de Aymare, aunque sólo el primero haya sobrevivido al tiempo.
Pueblos y ciudades están llenos de casas y monumentos que fueron prisión durante la guerra y hace poco he conocido la historia de alguien que investigó durante años el paradero de la prisión de Granada donde estuvo encerrado su abuelo, hasta que un amigo y visitante de mi blog consiguió encontrarla, pues se trataba de una antigua casa reconvertida en prisión por entonces y que ya no existe, aunque se conserva el nombre en instalaciones de su entorno.
En esas circunstancias no hay cárcel convencional que pueda contener la avalancha de enemigos, reales o imaginarios, a los que guardar bajo llave.
La vida tiene esas casualidades.. ¿o no lo son?… Se me ha ocurrido mirar la situación de Aymare en el mapa y se halla cerca del castillo donde vivió el cantante Ferré. Dos utopías, que dirías tú, que se transformaron en hoteles de lujo. Voy a suponer (me lo confirmas si lo sabes) que Ferré no sólo fue vecino cercano sino visitante de la colonia anarquista y que, además de cultivar la tierra, se desarrollarían actividades culturales.
Esa ‘manía’ histórica de escombrar al anarquismo no ha conseguido los resultados que los enterradores esperaban.
Salud.
Me ha encantado la frase, yo no lo hubiera dicho mejor, escombrar el anarquismo
Tuvimos líderes libertarios por España, que llenaron y llenan con poster las paredes de todo rebelde medioinformao en el mundo,
Pero en España la juventud solo conoce al Ché, y de esto tienen más culpa los socialistas y comunistas españoles, que los fascistas.
En algunos casos la memoria histórica no quiere acordarse ni de Durruti, ni de su columna ni de, … Ambrosio Pargada, otro que nunca se dio por vencido, ni de de cuanto les estorbaban estos, porque el movimiento libertario español, tiene héroes para llenar libros, pero ¿dónde están los héroes del pce, o de la pse?, alguno que hubo, terminaron asqueados en la cnt.
Ya sabes, Anarkasis, que al anarquismo con endosarle pistolerismo y terrorismo ya es suficiente. A ningún partido que aspire a gobernar -a MANDAR, se entiende- le gusta que existan versos sueltos entre sus bien dirigidas rimas. Sólo tienes qué ver lo ocurrido en el Caso Scala, una de las más deleznables conspiraciones para dar la última estocada al anarquismo y al anarcosindicalismo tras la muerte de Franco.
El mayor anarquista que ha existido lo hizo en Galilea hace dos mil y pico años, pero idiotamente teníamos en la pared de nuestras misas.clandestinas al Che.
Suponiendo que tal persona fuera real, su doctrina es más comunista que anarquista.
No tengo, Fer, datos de la posible relación entre Léo y Ferré y las/los colectivistas de Aymare pero, conociendo su fascinación por el anarquismo y la poca distancia entre uno y otro lugar, seguro que fue visitante e incluso, me atrevo a ir más lejos, colaborador. La Colonia Aymare atrajo a la intelectualidad francesa de la época, sobre todo en los cincuenta, que fue la época dorada de Aymare; había, por parte de las muchas y muchos simpatizantes, un afán de ejercer voluntariado que se traducía, además de en las labores propias del campo, en conferencias, representaciones teatrales, mesas redondas, congresos internacionales… Hasta su propia emisora llegó a tener.
Aymare fue una utopía, sí, pero que se prolongó en el tiempo gracias al tesón de las mujeres y hombres que lucharon por ella.
Y, obviamente, hubo muchas manos que se congratularon del fin de Aymare y que quisieron enterrar esa experiencia libertaria en el abismo del olvido, pero jamás habrá suficientes desechos para ocultar la realidad.